¿Tus entrevistas laborales se sienten más como una competencia de supervivencia que como una oportunidad para brillar? Tranquilo, no estás solo. Llegas todo nervioso, empiezas a balbucear en cuanto te preguntan algo básico, y sales de ahí pensando: «¿Qué demonios acabo de decir?» Bueno, si te sirve de consuelo, todos hemos estado ahí. Pero si sigues cometiendo los mismos tres errores, el único camino que recorrerás será en círculos. Veamos esos errores que están saboteando tus entrevistas y cómo puedes convertirte en el rey o reina de la sala.
1. No prepararte lo suficiente
Si tu estrategia para una entrevista es «improvisar», felicidades, has dado con la receta perfecta para el desastre. Ir sin investigar sobre la empresa o el puesto es como lanzarte en paracaídas sin haber revisado si el paracaídas está bien puesto. Lo mínimo es saber qué hace la empresa, qué buscan y tener claro cómo tus habilidades encajan con el puesto. La preparación es poder, y si no te tomas ese tiempo, ellos tampoco lo harán.
2. Hablar demasiado o demasiado poco
¿Sabes ese momento en el que empiezas a hablar y no puedes parar, o peor, cuando te quedas tan callado que el entrevistador tiene que revisar si sigues vivo? Ambos extremos son terribles. Encontrar el equilibrio es clave. No conviertas la entrevista en tu propio show de monólogos, pero tampoco te limites a respuestas monosilábicas. Cuenta lo justo y necesario para dejarles con ganas de más.
3. No destacar lo que te hace diferente
Este es mi favorito. Todos se presentan como si fueran copias del «candidato perfecto». ¿Y qué logran? Que el reclutador olvide sus caras antes de que salgan por la puerta. Tienes que venderte, y no estoy hablando de inflar tus logros, sino de mostrar lo que realmente te hace único. Si no puedes responder a «¿por qué deberíamos contratarte a ti y no a otro?», entonces, amigo, tenemos un problema. Destaca lo que te hace especial, ya sea un logro cuantificable o una habilidad única.
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